En nuestro deporte, muy a menudo las carreteras que recorremos se pierden más allá de nuestros manillares y bajo nuestras ruedas. Son nuestros patios de recreo, el lugar de nuestras batllas y escenarios para nuestros viajes - odiados o amados por las rutas que recortan y las memorias que crean. Pero para todo lo que dan, se pasan por alto como personajes de la historia del ciclismo.
Si no estuviésemos tan preocupados por el destino, ¿con quién nos encontraríamos por el camino, qué comunidades descubriríamos y cuánto más disfrutaríamos de nuestra ruta? Si cambiásemos el juego, el viaje, la batalla, por el simple deseo de explorar las carreteras que nos rodean, ¿qué encontraríamos?